NUESTROS ORÍGENES E IDEAS FUNDANTES
El contacto directo con la vida de los pobres, con sus carencias y necesidades da lugar a la creación de Fe y Alegría. Nace en Venezuela en el año 1955 y en Colombia en 1971 (hoy estamos en 16 países de América Latina, Centro América y España), como una entidad no gubernamental de solidaridad social, para aunar esfuerzos de la sociedad y el estado en la creación y mantenimiento de servicios educativos y sociales en zonas deprimidas de la ciudad y del campo.
Cuando en 1955, el padre José María Vélaz fundó Fe y Alegría, estaba optando por la educación como medio privilegiado para abatir la pobreza y devolverle al pueblo su esperanza y dignidad. Por considerar que la ignorancia era la causa principal de la miseria y servidumbre, pensaba que la educación era la mayor fuerza transformadora del mundo y el medio fundamental para abatir la marginalidad y la pobreza:
“Un pueblo ignorante es pueblo sometido, pueblo mediatizado, pueblo oprimido.” Por el contrario, pueblo educado es pueblo libre, pueblo transformado y pueblo dueño de sus destinos[1]” Para que el pueblo venezolano y latinoamericano pudiera disfrutar del derecho a una vida con dignidad, se requerían escuelas de calidad que proporcionaran a los alumnos y a sus familias una auténtica formación para la vida y les proporcionara los saberes y las capacidades humanas y técnicas necesarias para enfrentar su entorno adverso y poderse realizar como auténticas personas.
De ahí que como le gustaba repetir al Padre Vélaz “la educación de los pobres no puede ser una pobre educación. Queremos la mejor educación para los que están en condición peor”. Por ello fustigó con fuerza durante toda su vida el academicismo estéril y vacío, esas escuelas alejadas de la vida y defendió con tenacidad una genuina educación integral de calidad. No bastaba con educar a todos los hombres; había que educar también a TODO el hombre: inteligencia viva y despierta, corazón fuerte y generoso, manos hábiles, trabajadoras, dispuestas a ayudar al que lo necesitara. Para ello, en palabras del Padre Vélaz, Fe y Alegría debía “diseñar una Educación Integral en la que se ligue el desarrollo de la inteligencia con el esfuerzo de los brazos, donde se practique el trabajo personal y el colectivo, donde el buen decir se cultive y el buen realizar estimule, donde la constancia sea aliada de la valentía, donde todo estudio sea comprobado por la práctica…[2]
En otras oportunidades insistirá el Padre Vélaz en la necesidad de que las escuelas sean espacios de vida y de alegría, canteras de personalidades vigorosas, “Escuelas de valentía”. “Enseñemos a los jóvenes a vencerse a sí mismos y a dar su vida por la salvación de los demás… Enseñemos a nuestros amigos y alumnos a arrancarse de la ley de la gravedad universal, del egoísmo y del enriquecimiento personal… Cada colegio de Fe y Alegría tiene que ser una verdadera fábrica de Hombres Nuevos y de Cristianos insobornables… Pongámonos con toda el alma a preparar hombres libres, que para poder serlo, tienen que ser antes hombres cultos, hombres técnicos, hombres emprendedores cristianos de entrega al servicio de los demás[3].
Sí, no hay duda alguna en que, para el Padre Vélaz, el objetivo de la educación en Fe y Alegría tenía que ser la formación del corazón, es decir, de la personalidad de los valores humanos y cristianos, tenía también que desarrollar las herramientas y habilidades especiales para que los alumnos pudieran defenderse y triunfar en la vida. Por ello, no se cansaba de insistir en que los alumnos debían dominar la lectura, escritura y matemáticas, que él consideraba los cimientos no sólo del edificio del saber, sino de una vida de calidad.
La hermana Natividad Muñoz, que acompañó al Padre José María Vélaz en los primeros años fundacionales, nos recuerda sus palabras textuales
“Enseñen bien a los muchachos a leer y escribir y a que expresen lo que piensan. Edúquenles la cabeza, el corazón y las manos. Una persona es más libre cuanto más capaz sea de expresar lo que piensa y lo que siente. Los pobres no se aprecian por pensar que son inferiores. Tienen que enseñarles que, por ser hijos de Dios, son iguales a los demás… Si hablan, leen y escriben, triunfarán en la vida. Enseñarles esto y también los números para que nadie les engañe. Y sobre todo, quiéranlos mucho, que el amor es quien da la confianza… No se preocupen por los programas ni pierdan tiempo exigiendo cantidad de cosa inútiles que a sus muchachos no van a servirles para nada. Si leen bien, y ponen en sus manos buenos libros, aprenderán con la lectura todas las materias, serán capaces de aprender siempre por sí mismos. Y si no les enseñan a leer bien, va a ser inútil que les exijan lo que viene en los programas[4]”
Tras una primera etapa fundacional, en la que Fe y Alegría se fue multiplicando por los barrios pobres y caseríos del país e incluso extendió su labor educativa a varios países latinoamericanos, se inició en Fe y Alegría un muy rico y a veces conflictivo proceso en busca de su identidad y misión.
Dicho proceso culminó en 1984, con la promulgación de su ideario Internacional, en el que se autodefinía como “un movimiento de Educación Popular que nacido e impulsado por la vivencia de la Fe Cristiana, frente a situaciones de injusticia, se compromete con el proceso histórico de los sectores populares en la construcción de una sociedad justa y fraterna[5].
Hoy nos encontramos en tres continentes (América, Europa, África); 18 países, en Colombia cubrimos seis regionales (Antioquia, Bogotá-Tolima, Eje Cafetero, Santanderes, El Cauca, La Costa.), y en Bogotá estamos atendiendo en 8 localidades con 14 colegios y escuela y 11 hogares infantiles.
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